lunes, 31 de diciembre de 2007

FELIZ 2008


Que vuestra llama siga siendo la luz de las muchas historias que aún quedan por escribir y un recuerdo de amor para las luces que brillan desde el cielo.

FELIZ AÑO NUEVO A TODOS

viernes, 21 de diciembre de 2007

Giaccommo Gratti

- Mis padres me llamaron Giaccommo Gratti. Mi llegada desde Italia, hace apenas cinco meses, ha estado precedida de las muchas historias que se cuentan sobre mí. Éstas, y la curiosa costumbre de los españoles de traducir los nombres de los extranjeros, han hecho que se me conozca con el nombre de Caballero de Gracia. Les recomiendo, sin embargo, que no hagan caso de todo lo que escuchan. Las versiones pueden variar de un conversador a otro, o como consecuencia de los minutos trascurridos. Solo yo sé a ciencia cierta quién soy. Solo yo conozco las razones que me han llevado a obrar de forma disoluta a lo largo de mi vida. Y solo yo, hoy, desde las luminosas estancias de mi palacio, puedo recordar con certeza, cuales han sido las pruebas que el destino ha puesto ante mí. (…)
Mi forma de vivir no dista demasiado de la de otros nobles compañeros de la Corte. Su Católica Majestad Don Felipe, el Rey, es el ejemplo a seguir por la gracia de Dios. Y en eso precisamente invierto yo el más firme propósito, dedicándome a imitarle en cuerpo y alma. Por eso, dos noches después del infructuoso asalto de Su Serenísima al convento de San Plácido, un mes ha, yo repetí el intento —debo afirmar que con bastante más éxito— La hermana C. me esperaba con impaciencia en la oscuridad de su celda. Aunque aún es novicia, acude con bravura a los asaltos, no en vano sus campos han sido ya pacidos por otros ganados. Después de este lance, he sido una vez más la comidilla de los salones más nobles, pues… ¿a quién no le gusta escuchar un buen relato?
Muchos han sido los que se han relamido los bigotes con los detalles más íntimos de mi aventura con la Condesa de M. Resultó extenuante vencer sus defensas; ¡toda ella era virtud! La cantidad de Rosarios que fingí rezar, arrodillado en el primer banco de la Iglesia de las Calatravas, con la frente apoyada en la unión de las manos, luchando por no dormir. ¡Qué hermosa estaba la mañana de Viernes Santo! ¡Qué pura! ¡Qué placer, recoger las horquillas de su moño esparcidas en mi lecho! ¡Qué victoria sentirla estremecer al son de los tambores de la Procesión!
No siento yo remordimientos de romper con las normas de la moral, pues conozco de cerca la calaña de los que gobiernan las almas de los creyentes. Buen maestro he tenido en el Cardenal Z., pariente mío, a cuyo servicio estuve en el Vaticano. Él me presentó, a los pies de la estatua de San Pedro, al embajador de la Corona. El pobre cornudo ignoraba que su joven esposa calentaba con el Cardenal sus tardes de confesión. Fue una sorpresa encontrar a la esposa del embajador en la Capital de las Españas, primero a la puerta de mi palacio, después en el jergón debajo de mi cuerpo.
Nada se pone por delante si de saciar mis apetitos se trata. Es norma de la época embriagarse con los dones que el Señor ha concebido para el hombre. De la costilla de Adán ha hecho Dios a la mujer para que el hombre no esté solo. Yo no hago sino seguir los designios del Creador. No piensan así los padres deshonrados. Hace cinco días que tuve un lance con el Marqués de P. ¡Voto a Dios que la niña no valía las heridas que le infringí al padre! ¡Por esta chanza me quieren excomulgar! El padre Pío vino ayer haciendo aspavientos con los brazos. No soy yo Quijote para enfrentarme a sus aspas. En Roma no me perseguían tan fervientemente las hordas de la Iglesia. A punto estuve de perder la paciencia. Sin embargo, no creo que merezca la pena enfrentarse a tan fiel defensor de la probidad. Quizá podría recordarle aquella tarde fresca de octubre, junto a la fuente de la Fama, en la alameda del Prado de los Jerónimos, cuando hurté una sombra que escapó corriendo de entre sus brazos. Las malditas hojas caídas tuvieron a bien chascar bajo mis pies, privándome de un espectáculo alentador. Si persiste en su cólera no dudaré en utilizar la historia. Causa gran disfrute entre las “buenas gentes” ver enrojecer el rostro de un representante del Altísimo.

Blanca Hernández

martes, 6 de noviembre de 2007

Recuerdos

Relato breve 43 b Octubre 2007

Recuerdos

Como un búho, decía mi madre. A hurtadillas me escabullía en la noche, insomne, y sorteando taburetes o sillas que mi madre colocaba estratégicamente para delatar mi huída, me dirigía hacia su cuarto, pero no entraba. Me paraba junto al umbral, me ponía en cuclillas y, hecha un ovillo, me quedaba dormida. Recuerdo que la luz de la luna al entrar por la ventana de la cocina pintaba de blanco esa franja del pasillo donde colgaba el teléfono. Era mi padre el que me cogía y me llevaba de vuelta a la cama. Era él quien, para llamar al sueño, improvisaba cuentos o relataba historias que repetía cada noche. Las mañanas de fiesta eran algo distinto, instantes mágicos en los que los tres hermanos nos peleábamos por encontrar un hueco en la cama de matrimonio, entre los cálidos brazos de mamá, que nos acariciaba la espalda haciéndonos cosquillas y nos llenaba de besos. A la izquierda el armario granate lacado, siempre brillante, a la derecha la cómoda de tres cajones, bajo el espejo, y de frente, a un lado, la ventana abierta, por donde un sol dominguero entraba y salpicaba la colcha siendo cómplice de esos momentos de retozos, juegos y risas. El cajón abierto y todas las servilletas desperdigadas una a una por el suelo, los sillones blancos de escay del salón tras los que me escondía para comer los fósforos de las cerillas y dónde me refugié el día que le corté la oreja a mi hermano, el calorcito en los pies arrimados al brasero bajo la mesa camilla de la sala de estar, los cocodrilos imaginarios que se escurrían, taimados, por el parqué de mi cuarto y que mi hermana y yo evitábamos saltando de cama en cama, sin tocar el suelo. Y el sol de metal que iluminaba la entrada, el olor a tabaco del pañuelo de papá cuando nos sonaba la nariz, nos limpiaba algún resto de Colacao o alguna lágrima, las marcas de carmín que mi madre dejaba en mis mofletes, sus zapatos de tacón a los que nos subíamos y arrastrábamos torpemente. Y los recados a la tienda del señor Joaquín o a la mercería de la señora Teresa, calle abajo, las golosinas que comprábamos al Manco tras la salida de misa, ese mechón de pelo en la mano, que arranqué a mi mejor amiga, Clara, a la puerta de su portal, los juegos al escondite, a "polis y a cacos" o al rescate en el barrio…
El recuerdo es algo extraño, se cuela cuando menos te lo esperas, te hace un guiño casi siempre amable y se escapa con prisas. Dicen que fue un dios travieso el que colgó la luna en el cielo para atrapar los recuerdos y evitar que se esparcieran en el olvido. Los búhos de ojos grandes la contemplan cada noche, sin miedo.
Marta Mª Sánchez

miércoles, 24 de octubre de 2007

Binomio fantástico de Ángel (Camello -Semáforo)

EL CAMELLO Y EL SEMÁFORO.

El semáforo alzó su mano roja y el camello se detuvo. Sin embargo, no se detuvo junto a él, lo hizo diez metros antes de llegar a su altura. Los cinco gitanos que iban montados a su grupa se miraron perplejos y uno de ellos dijo "jozú, pos sí ques precavío el hijo puta er bisho* y, vaya tela con el chicle, no para de mover la boca ".
Al cabo de un rato el semáforo cambió a verde, pero el camello permaneció inmóvil; bueno..., inmóvil del todo, no, siguió con aquel movimiento de mandíbulas que tanto exasperaba a sus aguerridos jinetes. El patriarca movió las riendas de un lado para otro, y el cuadrúpedo... como si la cosa no fuera con él; las soltó, pinchó con los tacones el costado del animal, le dio golpes con el puño en el pescuezo; todo con el mismo resultado. "Macario, ya te dije que era una gilipollé afanar* un camello del circo". "¡hay que joerse..., por qué leches te haría yo caso!". "¡Arre, cabrón, que nos va trincar* la pestañi*!"."Este camello está jodío*".
Ahora el camélido había dejado de rumiar y tenía los ojos en blanco, además sus belfos formaban una especie de sonrisa, como si estuviera en el séptimo cielo, y se había "espatarrao".
Macario, alma de polizón, que había pasado unos meses en Arabia viviendo del cuento, y de donde se trajo relojes para toda la tribu, y la ilusión de tener alguna vez uno de aquellos tranquilos animales de cuatro patas que parecían bailar soleares al andar, se agarró nervioso al gitano que iba delante, para evitar deslizarse rabo abajo, y tartamudeó:
"E... e... e... e... e... es ques la hora de la oración pa los musulmanes, y en la hora de la oración no se menea ni dios*".


Pestañi=Policía, (en el caso de la Pé, pestañas postizas exageradas).
Trincar= Aquí apresar (en relación con muchos políticos, meter la mano algunas veces; la pata la meten siempre).
Bisho= Bicho (en inglés obispo).
Afanar=Robar, pillar por el lateral.
Joer= Meterle el dedo en el ojo al de al lado sin motivo que lo justifique.
dios= Este dios no es el Dios verdadero, es uno que se usa de forma coloquial.

A. Rodríguez

miércoles, 17 de octubre de 2007

JUAN

JUAN

Querido amigo,
Nos dejas cuando tu calidad de vida empezaba a declinar. Mereces tu descanso. Nos habría gustado disfrutar un poco más de tu presencia, de tus escritos llenos de corazón, impregnados de la belleza de la experiencia vivida, repletos de imágenes y sentimientos.
Nos queda tu ejemplo de hombre activo y luchador, de amistad, del cariño que debiste derrochar y que rebosante te devolvieron tus hijas.
Te recuerdo en las clases, justificando antes de leer tu falta de conocimientos literarios, pidiendo perdón por la letra o las posibles faltas de ortografía, insistiendo en que lo hacías como podías y como te salía. No nos hacían falta tus prólogos, porque lo que nos gustaba de tus relatos, versos y otros textos eran que te salían de dentro, de tus recuerdos, de tus emociones, de tus vivencias.
Cuando eran los nuestros los leídos, no dudabas en hacérnoslo saber con tus calificaciones: "muy bien, mira te pongo un veinte" y firmabas. Gracias porque tu opinión y ánimos nos alentaba.
Fui afortunada al visitarte en tu último sábado, cuando todavía estabas bien y me llevo el agradable recuerdo de nuestra amigable charla, en la que me contabas tus planes en cuanto salieses del hospital: pasear, escribir y visitar a tus antiguos clientes. Tenías ganas de ver tu baño, que estaban remodelando tus hijas y estrenar la ducha con mampara. Pensé que te estabas recuperando otra vez, como lo habías hecho hacía veinte días. Pero me confesaste que estabas cansado, que a tu cuerpo le costaba responder como antes. Esta vez te pudo. Tus escritos desde la butaca del hospital nos dirán si te dejaste llevar. Descansa amigo, descansa. Te lo has merecido.

Amparo Arias (octubre de 2007)


martes, 16 de octubre de 2007

A Juan Hernández (Mego)

Ayer estábamos todos muy tristes.

Juan nos dejó y se fue al cielo de los poetas, a la tierra prometida de los hombres íntegros, de los seres de voluntad inquebrantable; al paraíso de aquellos que supieron administrar los “talentos” recibidos y devolverlos al ciento por uno.
Lo que Juan recibió fue más bien poco y lo que deja en lo afectivo y espiritual, es un inmenso legado de cariño, amistad y nobles sentimientos entre todos los que le conocieron. También en lo material y terrenal Juan fue un triunfador, un adelantado a su tiempo, algún día les contaré las depuradas técnicas comerciales con las que ganaba a sus nuevos clientes. Él supo echar adelante con trabajo y mucho esfuerzo a su familia y facilitarles, a todos, una vida digna y confortable.
Hizo muchas cosas en su dilatada existencia, a todas ellas se entregó con rigor, tenacidad y pasión; sí, mucha pasión, Juan ponía siempre todo el corazón en lo que hacía.

Hoy estamos todos un poco huérfanos.

Se nos fue el padre, el abuelo, el hermano mayor, el amigo y compañero de nuestros encuentros literarios, perdimos al protagonista de mil momentos inolvidables.
Sus relatos, nos traían historias entrañables de su vida y la de los suyos. Sus nietos y nietas desfilaban con frecuencia por la mesa de clase.
Su voz, ya fatigada por la grave insuficiencia pulmonar que padecía, iba desmenuzando los escritos de manera cansina y entrecortada; algunas veces Blanca, tomaba el relevo y completaba ella la lectura. Cómo se querían y como discutían en ocasiones .Yo creo que era esa similitud de caracteres, la que a veces les hacía chocar y separarse como polos imantados con la misma energía positiva.

Mañana estaremos todos un poco mejor.

Nos queda su memoria y su recuerdo, nos quedan sus escritos, y permanecerá siempre su ejemplo entre nosotros. Si las palabras conmueven a veces, el ejemplo arrastra siempre.
Mis experiencias, los encuentros con Juan y esas pequeñas anécdotas a su lado, en estos tres últimos años, fueron de lo más gratificante. No fue mucho tiempo el que compartí con él pero fue intenso y por ello le doy las gracias, aquí en esta clase que el tanto disfrutó.
Algún día le escribiré unos versos, necesito una perspectiva más lejana, hoy tenemos demasiado próximo el recuerdo.
Concluyo con lo que escribí para él en la clausura de nuestro curso 2006/2007.

….Y ahora ya sí que termino;
me dejé para el final
a Juan Hernández Martín
persona noble y cabal.

Poeta de la belleza,
nos contó lo que ha vivido,
y tantos bellos momentos
que compartió en su camino.

No es necesaria la escuela
para atesorar talento,
Juan lo tiene y lo regala,
yo un buen puñado me llevo…..

BGR: 14 de Octubre de 2007

domingo, 14 de octubre de 2007

Binomio fantástico de Mariantonia (Perro-Semáforo)

Aquel semáforo estaba aburrido de observar como a diario el estúpido perro lazarillo orinaba sin ningún escrúpulo sobre su esbelto talle.
Rufino era un Golden Retrieve de brillante pelo blanco, disciplinado, complaciente y de esmerado adiestramiento, orgullo de sus vecinos y envidia de los “chuchos” del barrio.
Su vida estaba perfectamente organizada. A diario recorría dos veces la ruta del kiosco situado a tres manzanas de su casa y a diario el semáforo de la esquina le pillaba cerrado; eso era algo que Rufino no soportaba, así que todos los días practicaba su pequeña venganza alzando su pata con disimulo para evacuar el agua del desayuno sin ningún reparo y calar hasta los cables a aquel semáforo sieso.
Llovía, la circulación era un caos y el semáforo no daba a basto para organizar sus colores, para colmo por allí llegaba el Golden; antes de que se situara a su lado, en un ataque de estrés circulatorio comenzó a destellar luz naranja por todos sus ojos.
- Luego dicen que a uno se le cruzan los cables.
Ese día la circulación en la zona fue una autentica pesadilla y el golden tuvo que esperar empapado casi tres cuartos de hora a que un amable viandante les cruzase la calle.

martes, 9 de octubre de 2007

In memoriam

LA FUSIÓN DE LO DIVINO

En el escenario brota
la sinfonía de lo divino,
en el pentagrama de tus movimientos
se funde la música del alma
con la fuerza del destino.

Fuerza que mueve tus piernas
para convertirlas en torbellino,
tu talle en huracán,
elegancia de remolino,

que te lanza a la gloria
y a recorrer caminos
donde la música canta
y el balet, marca su signo.

Danza no te canses
que del cansado
nada se ha escrito.
Escenario,
pentagrama,
torbellino,
huracán,
remolino.

Música y movimiento, del cuerpo
que con la danza, el balet y el alma
se han fundido.

23 de Junio del 2007

Juan Hernández (Mego)

Para mi nieta Irene con todo el cariño de su abuelo

Bruce Springsteen

Un concierto muy especial

Aquella mañana de Octubre Rafa se levantó con una alegría desbordante; llevaba varios meses esperando el gran día. El motivo de su estado de ánimo era la atractiva velada musical que se le presentaba.
Su solista favorito, el ídolo de sus sueños desde la más temprana juventud, venía a su ciudad.
Bruce Springsteen le visitaba una vez más, y su encuentro con él sería exclusivo, como siempre; los dos solos cara a cara, voz a voz, gesto a gesto, a pesar de la distancia, del ruido ensordecedor y de los miles de fans que le rodearían.
Rafa, cuando va a los conciertos del “Boss”, y con éste eran ya nueve, se aísla de tal manera que sus ojos, oídos y todo su ser se entrega a la orgía de evocadoras sensaciones que el de Nueva Jersey le transmite: Canta sus canciones, toca su guitarra y se mueve y gesticula en un sincronismo casi perfecto con la estrella.

Rafa ya no es un adolescente, ha cumplido los cincuenta, pero eso no importa; había reservado su entrada en mayo, cinco meses antes, y la emoción le embargaba como aquella primera vez. Fue en el 81, en Barcelona, trece horas inolvidables. Allí quedaría enganchado de por vida al mejor de los músicos en directo, al más grande de los grandes, al “Jefe”.

Salió del trabajo pasadas las ocho, demasiado tarde, los culpables, una vez más, esos franceses tan pesados, que no cejan en su empeño de controlar a la pequeña filial española. Cogió el tren de cercanías y a las 21:15 ya estaba en Ventas. La lluvia, insistente durante el día, había decidido amainar y así rendir también pleitesía al genio.
Entró a la plaza con el tiempo ya muy justo y para poder disfrutar en plenitud de la fiesta decidió descargar vejiga e intestinos en unos servicios que hay junto a la puerta de cuadrillas, bajo el tendido cuatro; eran los lavabos de la enfermería.
Rafa conocía bien esas dependencias desde hacía más de 30 años, cuando su tío Luis, cirujano jefe de la plaza, allá por los setenta, le colaba gratis al callejón del tendido cuatro en las ferias de San Isidro.
Son ya las 9,30; el concierto arranca con fuerza y el nuevo trabajo de Bruce “We shall overcome” envuelve y cautiva a sus incondicionales
Es algo diferente, mezcla de Folk y Rock&Roll; pero el Italo-Irlandés lo da todo, como siempre.
Luego, tres largas horas de éxtasis musical, y sobre la una de la madrugada, con “American Land”, despedida y cierre.

A las dos y veinte un guardia de seguridad efectúa la ronda final por todas las dependencias.
En los lavados de la enfermería, se oyen los gritos de un hombre, que pide ayuda con desesperación.
Está atrapado en una cabina cuya cerradura ha quedado bloqueada.
Rafa, sin perder la compostura, agradece al vigilante su rescate y canturreando “Born to Run” abandona el recinto.

Binomio fantástico de Brígido (Hiena-Semáforo)

Lo que conseguí traer al final, es un poco corrosivo y carroñero, pero es que las hienas son así queridos colegas: disculpadme si cargué demasiado las tintas. Al menos la historia es breve
Lo hice en verso para dejar constancia, entre aquellos que no me conocen, de un tic importante de mi perfil literario: Me gustan los ripios, los pregones y las crónicas de actualidad, en tono normal o satírico, pero siempre versificadas.





En el primer semáforo de Goya
justo esquina a la calle de Serrano
dos “señoras” mi taxi detuvieron
a mediados de Julio, este verano .

Sobre los treinta la una aparentaba,
sesenta o más tenía la compañera,
por lo que luego pude averiguar
eran sin duda la vaca y su ternera.

De viperinas lenguas ambas dos,
en los veinte minutos del trayecto,
sapos culebras, sus bocas vomitaron
ya cortando cabezas o ya huevos.

Madre e hija a cual más carroñera,
a yerno esposo, amigas o vecino
con desprecio y ruin ensañamiento
pusieron a escurrir en el camino.

En un semáforo de Bravo Murillo
junto al metro de Valdeacederas
de esta manera las dos se despachaban.
sin importarles un pito que lo oyera.


Tu marido es un flojo, un calzonazos,
siete años que entró en aquella empresa
y allí sigue a la sombra, relegado;
para mí, que algo falta en su bragueta.

Y en lo otro, ¿qué tal, al menos cumple?
Mamá, mucho más flojo todavía
apenas una vez a la semana
y yo soy como tú de dos al día.

Pues a seguir mi ejemplo hijita mía
y buscar como yo hice con tu padre
un profesor de inglés yoga o esgrima
que atienda bien el huerto y que lo labre.

Diez mil pesetas les daba por la clase
y otras tantas por las “particulares”

Mama, ¿no seré yo de un profesor?
No, cariño, tomaba precauciones
y aunque tu padre fallaba muchas veces,
toda regla tiene sus excepciones.

Así siguieron otros diez minutos:
Terelu, la vecina, una fulana
Enrique el de los Cuesta, un mariquita
tía Paula y Amparito, dos marranas.




Moraleja:
Antes prefiero yo una hiena, hiena;
que a una cualquiera de esta gran pareja


Brígido 2007

Binomio fantástico de Marta (Canguro-Semáforo)

Relato breve 42 Octubre 2007

Semáforo en rojo

La canguro observaba impasible el semáforo en rojo de la tarde. Una cría se removía inquieta en su bolsa. A su alrededor, el paisaje desértico se desangraba antes de dar paso a una noche fría y sin luna. Los lagartos buscaban refugio y el pulular de los insectos tras las alargadas sombras de los cactus era insoportable.
En el destartalado Land Rover Peter había dejado de lado la desesperación y, resignado a su suerte, buscaba la manta detrás del asiento. De nada le habrían servido los mapas y la brújula. Sabía exactamente dónde se encontraba y, sin embargo, estaba irremediablemente perdido. Se había quedado sin gasolina y, lo que era peor, sin batería en el móvil, a unos cuarenta kilómetros de la casa más cercana, su destino, la granja de los Mc Queen. El cargamento, encargo de Robert, tampoco le valdría de mucho: tornillos, alambres, un pico y otros suministros para remendar malamente las estructuras de una producción modesta. Al menos llevaba un paquete de galletas, de a saber cuándo, y le quedaba una cantimplora con agua. Y todo por culpa de la resaca. Él, que nunca bebía. Se habían empeñado en festejar lo que cada año le costaba más asimilar: que envejecía. Eran números redondos, había insistido Larry, y ellos corrían con los gastos de la juerga. Un día, es un día.
Se había levantado tarde y no lograba recordar cómo había llegado a casa. Sintió náuseas con la mezcla de olores -tabaco, sudor, alcohol- que desprendía su cuerpo, aún en camisa, y ni siquiera una buena ducha, un par de analgésicos y un café cargado lograron disipar ese sopor amargo que acompaña a los despertares faltos de horas de sueño. Como un autómata, cargó a su Elisabeth con el pedido y arrancó. El sonido del motor taladró sus tímpanos y apenas podía abrir los párpados. La garganta le quemaba. Volvió a girar la llave y regresó a por sus gafas de sol y una buena provisión de agua. Menos mal. Fue un trayecto a ciegas, con la mente en blanco y en un par de ocasiones estuvo a punto quedarse dormido. Tomó la única decisión posible: echarse una siesta en el momento en el que los rayos de sol caían perpendiculares. Habían pasado más de tres horas cuando se despertó, pegajoso, sediento y con la sensación de que sólo había podido echar una cabezadita. Miró el reloj. Mierda. Tendría que darle al acelerador y no entretenerse si quería estar de vuelta antes de que oscureciera. Se bebió una botella de agua y reanudó el trayecto. Ni siquiera entonces reparó en la señal roja que parpadeaba en el salpicadero. Sólo cuando el vehículo empezó a aminorar la marcha sin razón aparente, cayó en la cuenta. Mierda, mierda, mierda. Se llevó la mano al bolsillo. El teléfono no daba señales de vida. Salió dando un portazo y con las manos en la cabeza empezó a caminar en círculos, incapaz de creerse lo que le había pasado. Calculó que quedaban menos de dos horas de luz y con luna nueva, sería incapaz de recorrer tanta distancia sin perderse en ese paraje carente de sendas claras. Y menos con una linterna a la que apenas quedaban pilas. Debería esperar a que amaneciera para empezar a andar.
Se arropó con la manta. No muy lejos, varias canguros con crías se alejaban hacia el norte. El sonido de las langostas iba aumentando de volumen. Peter subió las ventanillas, puso la alarma del reloj, se tendió en el asiento y cerró los ojos.
Una semana más tarde, una avioneta localizó el todoterreno. En su interior, el cuerpo dormido bajo la manta rojiza desprendía un hedor inconfundible y de la muñeca provenía un sonido agudo y discontinuo, incapaz de despertar al muerto.

Marta Mª Sánchez

martes, 2 de octubre de 2007

Así lo vivió Marta


Relato breve 41 Septiembre 2007

Periplo salmantino

En todo el trayecto nos siguió el sol, aunque al frente el horizonte nos mostraba un cielo plomizo escondido tras una cortina traslúcida que no llegaba a ser bruma. Atravesamos, todavía somnolientos, los campos castellanos cuajados de encinas. Mi barbas al volante, mientras la sinuosa silueta de sempiterna sonrisa nos desgajaba trocitos de historia desde el asiento de atrás. Tras varias horas de viaje y un par de paradas, un sendero polvoriento nos condujo hasta el embalse. Frente al agua estaba plantada "La cabaña", de dimensiones modestas aunque de muros ciclópeos y enrejado toledano, camuflada en el paisaje agreste. Al atravesar su umbral nos saludó una penumbra fresca que se escondía tímidamente tras biombos orientales. Acogedora y austera, permitió que la alegría contagiosa de la niña grande se nos colara por las rendijas y en sus paredes resonó el eco de la bondad zamorana. Nuestros anfitriones, un andante caballero y su damisela, nos obsequiaron con el mejor presente: compartir su refugio y su carácter afable. No sé por qué me los imagino ya ancianos: él, sentado en una mecedora en el porche y en sus rodillas un portátil, desgranando algún verso o escribiendo una novela; quizá con un nieto tirándole de la manga para que le narre un cuento; ella, con pelo cano, bajo la encina, sentada sobre la mesa de piedra saludando al sol naciente en una postura de yoga.
Y los siete, buen número por cierto, nos subimos al todoterreno dispuestos a la aventura. Primero, a contemplar la presa, un muro de contención enorme que dividía el paisaje: hacia el este, la masa de agua en la que descubrimos tiburones alados que abrían sus fauces hambrientas y se deslizaban juguetones junto a la presa; a poniente el valle encañonado abierto con desgarro por los dioses fluviales. A lo lejos, la cantera, y hacia allí nos dirigimos por un tortuoso acceso. Cincelada por el hombre parecía anclada en el tiempo: un silencio prehistórico que encerraba una gran charca tibia, refugio de anguilas al que algún pie descalzo y una mano atrevida osaron tentar. Ningún asomo de brisa que pudiera aliviar el bochorno.
Empezaba a entrarnos hambre, así que regresamos a "la Cabaña" y tras el contundente condumio, la sobremesa, cargada de vivencias, anécdotas, risas y un baile a lo vaquero de pasos enrevesados que ayudó a hacer la digestión. Ya de vuelta en la montura, nos dirigimos a Portugal y en una barcaza nos adentramos Duero abajo. Flotábamos encajonados en un cañón granítico, hábitat de diversas especies volátiles, que indecisas, temerosas de la tarde, se hicieron las remolonas y apenas se dejaron ver. Al acabar el trayecto, nuestra niña se enamoró de unos bellos ojos grandes, no de hombre, sino de búho real. Y tras el paseo en barco, visitamos aquel pueblo, con sus calles pintorescas que flanqueaban casas relucientes, como recién encaladas. Frente a la catedral, en honor a unos recién casados, asistimos a un baile muy peculiar: seis hombres engalanados enarbolaban palos y castañuelas y mostraban sus enérgicos movimientos siguiendo el lánguido son de una gaita. Allí la foto de grupo, a contraluz, casi a oscuras, nos recordó que debíamos regresar. Pero antes, visitamos una iglesia y anduvimos sobre la muralla. Ya de vuelta, no pude evitar evocar a Machado al contemplar las encinas perfiladas por los rojos y morados de la tarde.
Fue el momento de devorar unas buenas chuletillas, acompañadas con ensalada de tomate, espárragos y atún. Y más tarde, ya en el porche, en una improvisada cazuela nos embrujó el fuego azul al hacer una queimada, mientras de fondo una sinfonía de grillos llenaba la noche. La luna creciente nos llamaba a gritos y salimos a saludarla dando un paseo por la arena húmeda, donde olas pequeñitas acariciaban la playa. Un poco de bailoteo completó la intensa jornada. Se echó en falta a nuestro abuelo, convaleciente en el hospital, a la apasionada de rizos, al andante de Colmenar, a la nieta de Senén, a la que siempre va con Don Juan, al del relato conciso, a ese de las dos as y a nuestra bella extranjera. Se perdieron el periplo salmantino, aunque el literario se reanudará los lunes, Dios mediante, salvo fiestas de guardar.
Marta Mª Sánchez

ApoTEgmA Kick-off

ApoTEgmA, Asociacion Tricantina de Escritores y Amigos, comenzó su vida pública con un viaje iniciático al campo charro. Cinco de sus asociados el día 22 de Septiembre, pasaron dos jornadas de reflexion y divertimento en Almendra. (SA). Se echó mucho de menos a los demás miembros
Un cronista local escribió estos versos sobre el encuentro.

















Viaje a Almendra: Crónica versificada

Día 22 Sábado

Mis queridos compañeros,
mis entrañables colegas,
gracias por vuestra compaña
allá por tierras de Almendra .

Experiencia fascinante
ésta que hemos compartido,
Blanca Cris, Amparo y Marta ,
no la echéis en el olvido.

Un programa apasionante
en un marco sin igual,
congregó a cinco escritores
y a dos consortes, no más.

Siete magníficos, siete,
pasaron lista al final
se jodan los que faltaron
pues lo pasamos genial .

Para alargarles los dientes
y que se mueran de envidia
haré un escueto resumen
de la cita salmantina .

A las siete treinta y cinco
del viernes día 22
de La Central tricantina
salieron dos coches, dos.
Paco era el driver del uno
el del otro un servidor.

Amparo y Marta con Paco
fuman mucho y hablan poco;
Blanca Cris y mi señora
largan hasta por los codos.

A las ocho treinta y siete
según lo planificado
en Sanchidrián le cambiamos
todos el agua al canario
y unos cafés bien calientes
sirvió un atento muchacho.

Tras pasar por Peñaranda
por Salamanca y Doñinos
a eso de las diez cincuenta,
otro alto en el camino.

En Ledesma nos paramos:
más pis, más café y más vino;
después en veinte minutos,
Almendra, nuestro destino.


Y Luego la gran cabaña,
las encinas centenarias,
y esa finca sin fronteras
con tres mil metros de playa.

Dos mil ovejas pastando
más de cuatrocientas vacas,
por más y más que anduvimos
las encinas no se acaban ;
aquello tenía mas acres
que la Ponderosa y Dallas.

Para hacer un poco tiempo
y también algo de gana
entre las 12 y las 15
hicimos campestre pausa .

Primero el muro de presa
tan alta y abovedada
cenit de la ingeniería,
arte en hormigón y agua.

200 metros de altura,
seis kilómetros de larga
incluyendo el espigón
de la parte zamorana..

Si mirabas hacia abajo
desde el área de compuertas,
descubrías majestuosos
buitres y cigüeñas negras,
que en increíbles requiebros
entre los riscos planean .

Y si vas al otro lado
la vista se te recrea
con un gran mar de agua dulce
que incansable el Tormes llena.
Allí carpas cual ballenas
nadan con la boca abierta .

Y después la gran cantera
un gran circo en plena roca
de donde salió la grava
para hacer la magna obra.

En aquel bello paraje
bello cormorán nadaba
tres minutos le costó
superar la gran muralla .

Y a las tres y media en punto
la comida en la cabaña
hornazo, empanada y queso
y otras locales viandas
se sirvieron en el porche
con buenos caldos regadas.

Y a la tarde, Lusitania
la otra visita obligada
y la compra de café
albornoces y toallas.

Y a las cinco en punto, el Duero
de internacionales aguas,
sus arribes navegamos
entre Portugal y España .

Fotos de la travesía
están en el blog colgadas
allí pueden apreciar
la increíble flora y fauna,
incluyendo al trovador
pues somos ya especie rara,
de estos parajes de ensueño
entre Zamora y Miranda.

Después volvimos a Almendra
previo alto en el camino,
donde repusimos fuerzas
con buen cordero y buen vino .
Las tres Chimeneas lo llaman
a tan agradable sitio.

Y al final la gran velada,
en el porche junto al lago;
cuatro litros de aguardiente
perfectamente quemados
suavizaron los gaznates
y las lenguas desataron.

Se bailó hasta enloquecer
salsa, cumbias y merengue;
pasodobles, reguetón
y hasta la danza del vientre.

Amparo y Blanca señores
como peonzas giraban
Paco le daba al brebaje
y yo los discos pinchaba.

Y a eso de las tres y media
dimos por finalizado
un día vivido y sentido
allá por el campo charro.