martes, 6 de noviembre de 2007

Recuerdos

Relato breve 43 b Octubre 2007

Recuerdos

Como un búho, decía mi madre. A hurtadillas me escabullía en la noche, insomne, y sorteando taburetes o sillas que mi madre colocaba estratégicamente para delatar mi huída, me dirigía hacia su cuarto, pero no entraba. Me paraba junto al umbral, me ponía en cuclillas y, hecha un ovillo, me quedaba dormida. Recuerdo que la luz de la luna al entrar por la ventana de la cocina pintaba de blanco esa franja del pasillo donde colgaba el teléfono. Era mi padre el que me cogía y me llevaba de vuelta a la cama. Era él quien, para llamar al sueño, improvisaba cuentos o relataba historias que repetía cada noche. Las mañanas de fiesta eran algo distinto, instantes mágicos en los que los tres hermanos nos peleábamos por encontrar un hueco en la cama de matrimonio, entre los cálidos brazos de mamá, que nos acariciaba la espalda haciéndonos cosquillas y nos llenaba de besos. A la izquierda el armario granate lacado, siempre brillante, a la derecha la cómoda de tres cajones, bajo el espejo, y de frente, a un lado, la ventana abierta, por donde un sol dominguero entraba y salpicaba la colcha siendo cómplice de esos momentos de retozos, juegos y risas. El cajón abierto y todas las servilletas desperdigadas una a una por el suelo, los sillones blancos de escay del salón tras los que me escondía para comer los fósforos de las cerillas y dónde me refugié el día que le corté la oreja a mi hermano, el calorcito en los pies arrimados al brasero bajo la mesa camilla de la sala de estar, los cocodrilos imaginarios que se escurrían, taimados, por el parqué de mi cuarto y que mi hermana y yo evitábamos saltando de cama en cama, sin tocar el suelo. Y el sol de metal que iluminaba la entrada, el olor a tabaco del pañuelo de papá cuando nos sonaba la nariz, nos limpiaba algún resto de Colacao o alguna lágrima, las marcas de carmín que mi madre dejaba en mis mofletes, sus zapatos de tacón a los que nos subíamos y arrastrábamos torpemente. Y los recados a la tienda del señor Joaquín o a la mercería de la señora Teresa, calle abajo, las golosinas que comprábamos al Manco tras la salida de misa, ese mechón de pelo en la mano, que arranqué a mi mejor amiga, Clara, a la puerta de su portal, los juegos al escondite, a "polis y a cacos" o al rescate en el barrio…
El recuerdo es algo extraño, se cuela cuando menos te lo esperas, te hace un guiño casi siempre amable y se escapa con prisas. Dicen que fue un dios travieso el que colgó la luna en el cielo para atrapar los recuerdos y evitar que se esparcieran en el olvido. Los búhos de ojos grandes la contemplan cada noche, sin miedo.
Marta Mª Sánchez

1 comentario:

Enigma dijo...

Hola que tal, vengo de Blogueratura.com para checar Tu blog, pero viendo que cumple con todo salvo un requisito, te dejo este msg.

Sucede que en blogueratura.com no se dan de alta blog sino tienen de menos 3 meses de vida y publicando, por ello, guardo tus datos y cuando cumplas este detallito, me avisas para darle de alta, ¿vale?

Saludos y cualquier duda el.enigma@gmail.com o blogueratura@gmail.com