miércoles, 17 de octubre de 2007

JUAN

JUAN

Querido amigo,
Nos dejas cuando tu calidad de vida empezaba a declinar. Mereces tu descanso. Nos habría gustado disfrutar un poco más de tu presencia, de tus escritos llenos de corazón, impregnados de la belleza de la experiencia vivida, repletos de imágenes y sentimientos.
Nos queda tu ejemplo de hombre activo y luchador, de amistad, del cariño que debiste derrochar y que rebosante te devolvieron tus hijas.
Te recuerdo en las clases, justificando antes de leer tu falta de conocimientos literarios, pidiendo perdón por la letra o las posibles faltas de ortografía, insistiendo en que lo hacías como podías y como te salía. No nos hacían falta tus prólogos, porque lo que nos gustaba de tus relatos, versos y otros textos eran que te salían de dentro, de tus recuerdos, de tus emociones, de tus vivencias.
Cuando eran los nuestros los leídos, no dudabas en hacérnoslo saber con tus calificaciones: "muy bien, mira te pongo un veinte" y firmabas. Gracias porque tu opinión y ánimos nos alentaba.
Fui afortunada al visitarte en tu último sábado, cuando todavía estabas bien y me llevo el agradable recuerdo de nuestra amigable charla, en la que me contabas tus planes en cuanto salieses del hospital: pasear, escribir y visitar a tus antiguos clientes. Tenías ganas de ver tu baño, que estaban remodelando tus hijas y estrenar la ducha con mampara. Pensé que te estabas recuperando otra vez, como lo habías hecho hacía veinte días. Pero me confesaste que estabas cansado, que a tu cuerpo le costaba responder como antes. Esta vez te pudo. Tus escritos desde la butaca del hospital nos dirán si te dejaste llevar. Descansa amigo, descansa. Te lo has merecido.

Amparo Arias (octubre de 2007)


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